lunes, 14 de septiembre de 2009

Ronin

Un ronin (浪人, ronin. Literalmente "hombre ola" – un hombre errante como una ola en el mar).Era un samurai sin amo durante en el período feudal de Japón.
Un samurai podía no tener amo debido a la ruina o la caída de éste, y tambien por perder el favor de su señor.
El hijo o hija de un ronin también era ronin. A menudo el ronin por nacimiento soñaba con demostrar su valía para poder jurar lealtad ante un clan, convirtiéndose así en un verdadero y auténtico samurái.
Esta demostración era algo infrecuente, reservada para a los más talentosos. A raiz de esto a menudo los ronin eran enviados a ciertas misiones con la promesa de la admisión, .........aunque estas promesas no siempre se cumplian.
Uno de los más famosos ronin fue Miyamoto
Musashi, el afamado espadachín.

Fuente: Taringa

miércoles, 3 de junio de 2009

El traje del emperador

Hace muchos años había un Emperador tan aficionado a los trajes nuevos, que gastaba todas sus rentas en vestir con la máxima elegancia.

No se interesaba por sus soldados ni por el teatro, ni le gustaba salir de paseo por el campo, a menos que fuera para lucir sus trajes nuevos. Tenía un vestido distinto para cada hora del día, y de la misma manera que se dice de un rey: “Está en el Consejo”, de nuestro hombre se decía: “El Emperador está en el vestuario”.

La ciudad en que vivía el Emperador era muy alegre y bulliciosa. Todos los días llegaban a ella muchísimos extranjeros, y una vez se presentaron dos truhanes que se hacían pasar por tejedores, asegurando que sabían tejer las más maravillosas telas. No solamente los colores y los dibujos eran hermosísimos, sino que las prendas con ellas confeccionadas poseían la milagrosa virtud de ser invisibles a toda persona que no fuera apta para su cargo o que fuera irremediablemente estúpida.

-¡Deben ser vestidos magníficos! -pensó el Emperador-. Si los tuviese, podría averiguar qué funcionarios del reino son ineptos para el cargo que ocupan. Podría distinguir entre los inteligentes y los tontos. Nada, que se pongan enseguida a tejer la tela-. Y mandó abonar a los dos pícaros un buen adelanto en metálico, para que pusieran manos a la obra cuanto antes.

Ellos montaron un telar y simularon que trabajaban; pero no tenían nada en la máquina. A pesar de ello, se hicieron suministrar las sedas más finas y el oro de mejor calidad, que se embolsaron, mientras seguían haciendo como que trabajaban en los telares vacíos hasta muy entrada la noche.

«Me gustaría saber si avanzan con la tela»-, pensó el Emperador. Pero había una cuestión que lo tenía un tanto cohibido, a saber, que un hombre que fuera estúpido o inepto para su cargo no podría ver lo que estaban tejiendo. No es que temiera por sí mismo; sobre este punto estaba tranquilo; pero, por si acaso, prefería enviar primero a otro, para cerciorarse de cómo andaban las cosas. Todos los habitantes de la ciudad estaban informados de la particular virtud de aquella tela, y todos estaban impacientes por ver hasta qué punto su vecino era estúpido o incapaz.

«Enviaré a mi viejo ministro a que visite a los tejedores -pensó el Emperador-. Es un hombre honrado y el más indicado para juzgar de las cualidades de la tela, pues tiene talento, y no hay quien desempeñe el cargo como él».

El viejo y digno ministro se presentó, pues, en la sala ocupada por los dos embaucadores, los cuales seguían trabajando en los telares vacíos. «¡Dios nos ampare! -pensó el ministro para sus adentros, abriendo unos ojos como naranjas-. ¡Pero si no veo nada!». Sin embargo, no soltó palabra.

Los dos fulleros le rogaron que se acercase y le preguntaron si no encontraba magníficos el color y el dibujo. Le señalaban el telar vacío, y el pobre hombre seguía con los ojos desencajados, pero sin ver nada, puesto que nada había. «¡Dios santo! -pensó-. ¿Seré tonto acaso? Jamás lo hubiera creído, y nadie tiene que saberlo. ¿Es posible que sea inútil para el cargo? No, desde luego no puedo decir que no he visto la tela».

-¿Qué? ¿No dice nada del tejido? -preguntó uno de los tejedores.

-¡Oh, precioso, maravilloso! -respondió el viejo ministro mirando a través de los lentes-. ¡Qué dibujo y qué colores! Desde luego, diré al Emperador que me ha gustado extraordinariamente.

-Nos da una buena alegría -respondieron los dos tejedores, dándole los nombres de los colores y describiéndole el raro dibujo. El viejo tuvo buen cuidado de quedarse las explicaciones en la memoria para poder repetirlas al Emperador; y así lo hizo.

Los estafadores pidieron entonces más dinero, seda y oro, ya que lo necesitaban para seguir tejiendo. Todo fue a parar a sus bolsillos, pues ni una hebra se empleó en el telar, y ellos continuaron, como antes, trabajando en las máquinas vacías.

Poco después el Emperador envió a otro funcionario de su confianza a inspeccionar el estado de la tela e informarse de si quedaría pronto lista. Al segundo le ocurrió lo que al primero; miró y miró, pero como en el telar no había nada, nada pudo ver.

-¿Verdad que es una tela bonita? -preguntaron los dos tramposos, señalando y explicando el precioso dibujo que no existía.

«Yo no soy tonto -pensó el hombre-, y el empleo que tengo no lo suelto. Sería muy fastidioso. Es preciso que nadie se dé cuenta». Y se deshizo en alabanzas de la tela que no veía, y ponderó su entusiasmo por aquellos hermosos colores y aquel soberbio dibujo.

-¡Es digno de admiración! -dijo al Emperador.

Todos los moradores de la capital hablaban de la magnífica tela, tanto, que el Emperador quiso verla con sus propios ojos antes de que la sacasen del telar. Seguido de una multitud de personajes escogidos, entre los cuales figuraban los dos probos funcionarios de marras, se encaminó a la casa donde paraban los pícaros, los cuales continuaban tejiendo con todas sus fuerzas, aunque sin hebras ni hilados.

-¿Verdad que es admirable? -preguntaron los dos honrados dignatarios-. Fíjese Vuestra Majestad en estos colores y estos dibujos -y señalaban el telar vacío, creyendo que los demás veían la tela.

«¡Cómo! -pensó el Emperador-. ¡Yo no veo nada! ¡Esto es terrible! ¿Seré tan tonto? ¿Acaso no sirvo para emperador? Sería espantoso».

-¡Oh, sí, es muy bonita! -dijo-. Me gusta, la apruebo-. Y con un gesto de agrado miraba el telar vacío; no quería confesar que no veía nada.

Todos los componentes de su séquito miraban y remiraban, pero ninguno sacaba nada en limpio; no obstante, todo era exclamar, como el Emperador: -¡oh, qué bonito!-, y le aconsejaron que estrenase los vestidos confeccionados con aquella tela en la procesión que debía celebrarse próximamente. -¡Es preciosa, elegantísima, estupenda!- corría de boca en boca, y todo el mundo parecía extasiado con ella.

El Emperador concedió una condecoración a cada uno de los dos bribones para que se las prendieran en el ojal, y los nombró tejedores imperiales.

Durante toda la noche que precedió al día de la fiesta, los dos embaucadores estuvieron levantados, con dieciséis lámparas encendidas, para que la gente viese que trabajaban activamente en la confección de los nuevos vestidos del Soberano. Simularon quitar la tela del telar, cortarla con grandes tijeras y coserla con agujas sin hebra; finalmente, dijeron: -¡Por fin, el vestido está listo!

Llegó el Emperador en compañía de sus caballeros principales, y los dos truhanes, levantando los brazos como si sostuviesen algo, dijeron:

-Esto son los pantalones. Ahí está la casaca. -Aquí tienen el manto... Las prendas son ligeras como si fuesen de telaraña; uno creería no llevar nada sobre el cuerpo, mas precisamente esto es lo bueno de la tela.

-¡Sí! -asintieron todos los cortesanos, a pesar de que no veían nada, pues nada había.

-¿Quiere dignarse Vuestra Majestad quitarse el traje que lleva -dijeron los dos bribones- para que podamos vestirle el nuevo delante del espejo?

Se quitó Emperador sus prendas, y los dos, simularon ponerle las diversas piezas del vestido nuevo, que pretendían haber terminado poco antes. Y cogiendo al Emperador por la cintura, hicieron como si le atasen algo, la cola seguramente; y el Monarca todo era dar vueltas ante el espejo.

-¡Dios, y qué bien le sienta, le va estupendamente! -exclamaban todos-. ¡Vaya dibujo y vaya colores! ¡Es un traje precioso!

-El palio bajo el cual irá Vuestra Majestad durante la procesión, aguarda ya en la calle - anunció el maestro de Ceremonias.

-Muy bien, estoy a punto -dijo el Emperador-. ¿Verdad que me sienta bien? - y volviose una vez más de cara al espejo, para que todos creyeran que veía el vestido.

Los ayudas de cámara encargados de sostener la cola bajaron las manos al suelo como para levantarla, y avanzaron con ademán de sostener algo en el aire; por nada del mundo hubieran confesado que no veían nada. Y de este modo echó a andar el Emperador bajo el magnífico palio, mientras el gentío, desde la calle y las ventanas, decía:

-¡Qué preciosos son los vestidos nuevos del Emperador! ¡Qué magnífica cola! ¡Qué hermoso es todo!

Nadie permitía que los demás se diesen cuenta de que nada veía, para no ser tenido por incapaz en su cargo o por estúpido. Ningún traje del Monarca había tenido tanto éxito como aquél.

-¡Pero si no lleva nada! -exclamó de pronto un niño.

-¡Dios bendito, escuchen la voz de la inocencia! -dijo su padre; y todo el mundo se fue repitiendo al oído lo que acababa de decir el pequeño.

-¡No lleva nada; es un chiquillo el que dice que no lleva nada!

-¡Pero si no lleva nada! -gritó, al fin, el pueblo entero.

Aquello inquietó al Emperador, pues presentía que el pueblo tenía razón; mas pensó: «Hay que seguir hasta el fin». Y así, más altivo que antes; siguió con los ayudas de cámara sosteniendo la inexistente cola.

                                                                              FIN

Hans Christian Andersen

martes, 2 de junio de 2009

El Arte de la Paz

Por Morihei Ueshiba

ENSEÑANZAS DEL
FUNDADOR DEL AIKIDO


El arte de la paz comienza contigo. Trabaja sobre ti mismo y con la tarea que te ha sido asignada en el Arte de la Paz. Todos tenemos un espíritu que puede ser refinado, un cuerpo que puede ser entrenado de cierta manera, un sendero conveniente para seguir. Estás aquí con el sólo propósito de darte cuenta de tu divinidad interior y manifestar tu iluminación innata. Alimenta la paz en tu propia vida y luego aplica el arte a todo lo que encuentres.


No son necesarios edificios, dinero, poder o prestigio para practicar el Arte de la Paz. El cielo está exactamente allí donde te hallas y ese es el lugar para entrenarse.

Todas las cosas, materiales y espirituales, surgen de una misma fuente y están relacionadas como si formaran una familia. El pasado, el presente y el futuro están contenidos en la fuerza de la vida. El universo emergió y se desarrollo desde una fuente única, y nosotros evolucionamos a través del proceso óptimo de unificación y armonización.

El Arte de la Paz es la medicina para un mundo enfermo. En el mundo existen el mal y el desorden porque la gente ha olvidado que todas las cosas emanan de una sola fuente. Regresa a esa fuente y deja atrás todo pensamiento auto centrado, todo deseo mezquino y toda ira. Aquellos que poseídos por la nada poseen todo.

Si no te has unido a la verdadera vacuidad, nunca comprenderás El Arte de la Paz

Arte de la Paz funciona en todas partes en la tierra, desde la vastedad del espacio hasta la más pequeña planta o el más pequeño animal. La fuerza de la vida lo penetra todo y su fortaleza es limitada. El Arte de la Paz nos permite percibir y recurrir a esa enorme reserva de energía universal.

Ocho fuerzas sostienen la creación:
Movimiento y quietud,
Solidificación y fluidez,
Extensión y contracción,
Unificación y división.

La vida es crecimiento. Si detenemos el crecimiento, técnica y espiritualmente, somos tan útiles como cadáveres. Arte de la Paz es la celebración del enlace del cielo, la tierra y la humanidad. Es todo lo verdadero, lo bueno y bello.

Una y otra vez será necesario que te retires entre montañas profundas y valles ocultos para restablecer tu lazo con la fuente de vida. Inspira y déjate elevar a los confines del universo; espira y deja al cosmos regresar dentro de ti. Luego aspira toda la fecundidad y vitalidad de la tierra. Por último, combina el aliento del cielo y el aliento de la tierra con el tuyo propio, transformándote en el Aliento mismo de la Vida.

Todos los principios del cielo y de la tierra están vivos dentro de ti. La vida misma es la verdad y esto nunca cambiará. Todo, en el cielo y en la tierra, respira. La respiración es el hilo que ata a la creación y la mantiene unida. Cuando la miríada de variaciones de la respiración universal pueden ser percibidas, nacen las técnicas individuales del Arte de la Paz.

Considera el flujo y reflujo de la marea. Cuando las olas vienen a golpear la orilla, se alzan y caen provocando un sonido. Tu respiración debería seguir el mismo patrón, absorbiendo el universo entero en tu vientre con cada inhalación. Debes saber que todos tenemos acceso a cuatro tesoros: La energía del sol y la luna, la respiración del cielo, la respiración de la tierra y el flujo y reflujo de la marea.

Aquellos que practican el Arte de la Paz deben de proteger los dominios de la Madre Naturaleza, divino reflejo de la creación, y mantenerla bella y fresca. La calidad del guerrero da origen a la belleza natural. Las técnicas sutiles de un guerrero surgen tan naturalmente como aparecen la primavera, el verano, el otoño y el invierno. La calidad del guerrero no es otra cosa que la vitalidad que sustenta toda vida.

Cuando la vida es victoriosa, hay nacimiento; cuando impedida, hay muerte. El guerrero está permanentemente dedicado a una lucha de vida o muerte por la Paz.

Contempla las obras de este mundo, escucha las palabras del sabio y toma todo lo que es bueno como propio. Con esto como base, abre tu propia puerta a la verdad. No desprecies la verdad que está justo ante ti. Observa cómo fluye el agua en el arroyo de un valle, suave y libremente entre las rocas. Aprende también de los libros sagrados y de la gente sabia. Cada cosa - incluyendo ríos y montañas, plantas y árboles - debería ser tu maestro.

Crea cada día nuevamente vistiéndote con cielo y tierra, bañándote con sabiduría y amor colocándote en el corazón de la Madre Naturaleza.

No dejes de aprender de la voz pura del arroyo de montaña, que fluye eternamente salpicando las rocas.

La Paz se origina con el fluir de las cosas, su corazón es como el movimiento del viento y de las olas. El Camino es como las venas que hacen circular la sangre a través de nuestros cuerpos, siguiendo el curso natural de la fuerza de la vida. Si estás separado siquiera un poco de la esencia divina, estás lejos del Sendero.

Tu corazón está lleno de semillas fértiles esperando brotar. Del mismo modo que una flor de loto surge del lodo para florecer en todo su esplendor, la interacción de la respiración cósmica hace florecer el espíritu para que dé fruto en este mundo.

Estudia las enseñanzas del pino, del bambú y del pimpollo de ciruelo. El pino está siempre verde, firmemente enraizado y es venerable. El bambú es fuerte, resistente a inquebrantable. El pimpollo de ciruelo es vigoroso, perfumado y elegante.

Mantén siempre tu mente tan luminosa y clara como el vasto cielo, el gran océano y el pico más alto, vacía de todo pensamiento. Mantén siempre tu cuerpo lleno de luz y calor. Llénate a ti mismo con el poder de la sabiduría y la iluminación.

Tan pronto como te ocupas del “bien” y el “mal” de tus semejantes, creas una abertura en tu corazón por la que entra la malicia. Examinar, competir y criticar a otros te debilita y te derrota.

El brillo penetrante de las espadas sostenidas por los seguidores del camino, golpea al malvado enemigo escondido en el interior profundo de sus propios cuerpos y almas.

El Arte de la Paz no es fácil. Es una lucha hasta el fin, la matanza de los malos deseos y de la falsedad interior. En algunas ocasiones, la Voz de la Paz resuena como un trueno, sacudiendo a los seres humanos y sacándolos de su letargo.

Clara como el cristal, aguda y brillante, la espada sagrada no admite sitio para alojar al mal.

Para practicar adecuadamente el Arte de la Paz, debes:
Calmar el espíritu y retornar a la fuente.
Eliminar toda malicia, egoísmo y deseo para limpiar el cuerpo y el espíritu.
Sentir eterna gratitud por los dones recibidos del universo, de tu familia, de la Madre Naturaleza y de tus semejantes.

El Arte de la Paz esta basado en Cuatro Grandes Virtudes: Valor, Sabiduría, Amor y Amistad, simbolizadas por el Fuego, el Cielo, la Tierra y el Agua.

La esencia del Arte de la Paz es limpiar tu ser de malicia, armonizar con tu ambiente y despejar tu Sendero de todos los obstáculos y barreras.

La única cura para el materialismo es la limpieza de los seis sentidos (ojos, oídos, nariz, lengua, cuerpo y mente). Si los sentidos están obstruidos, la percepción se enturbia. Cuanto más turbia la percepción, más se contaminan los sentidos. Esto crea desorden en el mundo y ese es el mal más grande. Refina tu corazón, libera los seis sentidos y déjalos funcionar sin obstrucciones, y tu cuerpo y alma enteros brillarán.

Toda vida es una manifestación del espíritu, la manifestación de amor. Y el Arte de la Paz es la forma más pura de ese principio. Un guerrero es responsable de detener toda discusión y toda lucha. El amor universal funciona de formas diversas; a cada manifestación se le debe permitir libre expresión. El Arte de la Paz es verdadera democracia.

Todos y cada uno de los maestro, sin importar época o lugar, recibieron la llamada y alcanzaron la armonía con el cielo y la tierra. Hay muchos senderos que llevan a la cima del Monte Fuji, pero hay una sola cumbre: el amor.

La lealtad y la devoción hacen al valiente. La valentía conduce al espíritu de sacrificio. El espíritu de sacrificio genera confianza en el poder del amor.

La economía es la base de la sociedad. Cuando la economía es estable la sociedad se desarrolla. La economía ideal une lo espiritual y lo material, y las mejores mercancías con las cuales comerciar son la sinceridad y el amor.


El Arte de la Paz no se apoya en armas ni en la fuerza bruta para triunfar; en lugar de eso nos afinamos con el universo, mantenemos la paz en nuestros ámbitos, nutrimos la vida y evitamos la muerte y la destrucción. El verdadero significado de la palabra samurai es aquel que sirve y adhiere al poder del amor.

Alberga y refina el espíritu del guerrero mientras prestas tu servicio en el mundo; Ilumina el Sendero de acuerdo a la luz interior.

El Sendero de la Paz es extremadamente vasto; refleja el propósito de ambos mundos, el manifiesto y el oculto. El guerrero es el templo viviente de lo divino, el que está al servicio de ese propósito.

Tu mente debería armonizar con el funcionamiento del universo; tu cuerpo, con el movimiento del universo; cuerpo y mente formando una unidad que se unifica con la actividad del universo.

A pesar de que nuestro Sendero es completamente diferente de las artes guerreras del pasado no es necesario abandonar totalmente los modos antiguos. Absorbe las tradiciones venerables en el nuevo Arte revistiéndolas con prendas frescas y construye sobre estilos clásicos para crear mejores formas.

El entrenamiento diario en el Arte de la Paz hace que tu divinidad interior brille cada vez más. No te ocupes de lo bueno y lo malo de los otros. No estés haciendo cuentas, actúa con naturalidad. Mantén tu mente dirigida al Arte de la Paz, y no critiques otras enseñanzas o tradiciones. El Arte de la Paz no restringe, ni limita ni pone trabas a ninguna cosa. Lo abraza todo y todo lo purifica.

Practica el Arte de la Paz con sinceridad, y los malos pensamientos y malas acciones desaparecerán naturalmente. El único deseo que debe permanecer es la sed por capacitarse cada vez más en el Sendero.

Los que han alcanzado la iluminación nunca cesan de trabajarse a sí mismos. La comprensión de tales maestros no puede expresarse en palabras o en teorías. Las acciones más perfectas son el eco de patrones que se encuentran en la naturaleza.

Día tras día adiéstrate a ti mismo, refinando tu técnica: ¡Usa el Uno para atacar lo Múltiple! Esa es la disciplina del guerrero.

El camino del Guerrero no se puede abarcar con palabras o por carta ¡Capta la esencia, y avanza hacia la comprensión!

El propósito del entrenamiento es tensar lo flojo, fortalecer el cuerpo y pulir el espíritu.

El hierro está lleno de impurezas que lo debilitan; la forja lo transforma en acero y hace de él una espada filosa. Los seres humanos se desarrollan del mismo modo.


Desde tiempos antiguos el valor y el conocimiento han sido los dos pilares del Sendero: A través de la virtud del entrenamiento, Ilumina tu cuerpo y tu espíritu.

Los instructores sólo pueden impartir fragmentos de enseñanza. Los misterios del Arte de la Paz surgen a la vida a través de tu propia abnegada práctica.

El camino del Guerrero se basa en la humanidad, el amor y al sinceridad; el corazón del valor marcial es verdadera valentía, sabiduría, amor y amistad. Acentuar los aspectos corporales de la calidad del guerrero es inútil, porque el poder del cuerpo siempre es limitado.

El verdadero guerrero siempre cuenta con tres armas: la radiante espada de la pacificación; el espejo de la valentía, la amistad y la sabiduría; y la piedra preciosa de la iluminación.

El corazón del humano no se diferencia del alma de cielo y tierra. En tu práctica ten siempre presente la interacción de cielo y tierra; agua y fuego, yin y yang.

El Arte de la Paz es el principio de la no resistencia. Porque no es resistente, cuenta desde el comienzo con la victoria. Los que tienen malas intenciones o pensamientos pendencieros son derrotados instantáneamente. El Arte de la Paz es invencible porque contra nada lucha.

En el Arte de la Paz no hay contiendas. El verdadero guerrero es invencible porque no lucha con nadie. Vencer significa derrotar la idea de disputa que albergamos en nuestra mente.

Herir a un oponente es herirte a ti mismo.

El Arte de la Paz es controlar la agresión sin producir daños.

El guerrero totalmente despierto puede utilizar libremente todos los elementos contenidos en cielo y tierra. El verdadero guerrero aprende a percibir correctamente la actividad del universo y a transformar las técnicas marciales en vehículos de pureza, bondad y belleza. La mente y el cuerpo del guerrero deben estar impregnadas de profunda calma y luminosa sabiduría.

Practica siempre el Arte de la Paz con vitalidad y alegría.

Es necesario desarrollar una estrategia que utilice todas las condiciones físicas y los elementos que están al alcance de la mano. La mejor estrategia se apoya en un conjunto ilimitado de respuestas.

Una buena postura refleja la actitud correcta de la mente.

La clave de la técnica es mantener manos, pies y caderas derechos y centrados. Si estás centrado, puedes moverte con libertad. El centro de tu cuerpo es el vientre; si tu mente también está allí, tienes la victoria asegurada en toda acción.
Muévete como un haz de luz
Vuela como el rayo,
Golpea como el trueno,
Gira en círculos alrededor
De un centro firme.

Las técnicas emplean cuatro cualidades que reflejan la naturaleza de nuestro mundo. Según las circunstancias debes ser: duro como el diamante, flexible como el sauce, de suave fluir como el agua, o tan vacío como el espacio.

Si tu oponente te ataca con fuego, responde con agua, hazte totalmente móvil y de libre fluir. El agua, por su naturaleza, nunca choca con nada ni se quiebra. Por el contrario, absorbe todo ataque y queda indemne.

Funcionando en armonioso conjunto, la derecha y la izquierda dan origen a todas las técnicas. La mano izquierda se apodera de la vida y la muerte; la mano derecha las controla. Las cuatro extremidades del cuerpo son los cuatro pilares del cielo, y manifiesta las ocho direcciones, Yin y Yang, exterior e interior.

Manifiesta yang con tu mano derecha, equilibrándolo con el yin de tu izquierda, y guía a tu compañero.

Las técnicas del Arte de la Paz no son rápidas ni lentas, no están afuera ni adentro. están más allá de tiempo y espacio.

Brota de la Gran Tierra; álzate como las Grandes Olas, enraízate como un árbol, descansa como una roca; usa el Uno para atacar Todo. ¡Aprende y olvida!

Cuando se adelanta un oponente, enfréntalo y salúdalo; si intenta retroceder déjalo seguir su camino.

El cuerpo debería ser triangular, la mente circular. El triángulo representa la generación de energía y es la postura física más estable. El círculo simboliza serenidad y perfección, la fuente ilimitada de técnicas. El cuadro representa la solidez, la base del control.

Trata siempre de estar en comunión con cielo y tierra; de este modo el mundo se presentará en su verdadero aspecto. La presunción se desvanecerá y podrás armonizar con cualquier ataque.

Si tu corazón es amplio como abarcar a tus adversarios, puedes ver a través de ellos y evitar sus ataques. Una vez que los has abarcado, serás capaz de guiarlos por el camino que cielo y tierra te han señalado.

Libre de toda debilidad, no tendiendo a ignorar el crudo ataque de tus enemigos:
¡Osa y actúa!

No encares este mundo con temor y rechazo. Afronta con valor todo lo que los dioses te ofrecen.

Cada día de la vida humana contiene ira y alegrías; dolor y placer; luz y oscuridad, crecimiento y decadencia. Cada momento está marcado con el gran propósito de la naturaleza; no trates de oponerte o negar el orden cósmico de las cosas.

Las técnicas de la Paz, protectoras de este mundo y guardianas del Camino
De los dioses y los Budas, nos capacitan para hacer frente a todos los desafíos.

La vida misma es siempre una prueba. Al adiestrarte, debes ponerte a prueba y refinarte para poder afrontar los grandes desafíos de la vida. Trasciende los límites de la vida y la muerte, y entonces serás capaz de enfrentar con calma y seguridad cualquier crisis que se te presente.

Agradece siempre, incluso las derrotas, las penurias y a las personas malas. Aprender a moverse con tales obstáculos es una parte esencial del entrenamiento en el Arte de la Paz.

El fracaso es la clave del éxito. Cada error nos enseña algo.

En situaciones extremas, el universo entero se transforma en nuestro enemigo; en momentos tan críticos, la unidad de mente y técnica es esencial: ¡no permitas que tu corazón titubee!

En el momento en que un guerrero confronta al enemigo, todas las cosas caen bajo el foco de su mirada.

Aun cuando te reclame un solo enemigo, permanece en guardia, porque siempre estás rodeado por legiones de enemigos.

El Arte de la Paz es completar lo faltante.

Para poder iluminar el Sendero es necesario estar preparado para recibir el noventa y nueve por ciento del ataque enemigo y enfrentar el rostro de la muerte.

En nuestras técnicas entramos completamente, nos mezclamos en totalidad y controlamos con firmeza un ataque. La fuerza se encuentra cuando el Ki es estable y está concentrado; la confusión y la malicia surge cuando el Ki se estanca.

Existen dos tipos de Ki: el mundano y el Ki verdadero. El Ki mundano es pesado y denso; el Ki verdadero es liviano y versátil. Para desempeñarse bien, debes liberarte del Ki mundano e impregnar tus órganos con Ki verdadero. Esta es la base de una técnica poderosa.

En el Arte de la Paz nunca atacamos. Atacar es prueba de que uno está fuera de control. Nunca huyas del desafío, pero no trates de eliminar o controlar a un oponente de manera antinatural. Deja que los atacantes se acerquen del modo en que quieran y mézclate con ellos. Nunca persigas a un oponente. Reorienta todo ataque y mantente firmemente atrás.

Al verme frente a él, el enemigo ataca, pero para ese momento ya me encuentro firme y seguro detrás de él.

Cuando te atacan, unifica las partes superior, media baja de tu cuerpo. Entra, gira y mézclate con tu oponente, frente y espalda, derecha e izquierda.

Tu espíritu es el verdadero escudo.

Continuamente los oponentes nos confrontan, pero en realidad no hay allí oponente alguno. Entra profundamente en el ataque y neutralízalo atrayendo la fuerza que va en dirección errada hacia tu propia esfera.

No mires fijamente los ojos de tu oponente: podría hipnotizarte. No fijes tu mirada en su espalda: podría intimidarte. No enfoques la mirada en tu oponente: podría absorber tu energía. La esencia del adiestramiento es atraer completamente a tu oponente dentro de tu esfera. Entonces podrás situarte donde desees.

Hasta el más poderoso de los seres humanos tiene una esfera de fuerza limitada. Sácalo de esa esfera y atráelo a la tuya; su fuerza se disipará.

A izquierda y derecha, evita todos los cortes y paradas. ¡Capta los pensamientos de tu oponente y disípalos!

El verdadero Arte de la Paz es no sacrificar uno solo de tus guerreros para vencer al enemigo. Derrota a tus enemigos manteniéndote siempre en una posición inatacable a salvo; entonces, no habrá pérdidas en ningún bando. El Camino del Guerrero, el Arte de la Política, es detener el conflicto antes de que se inicie. Consiste en derrotar al adversario espiritualmente, haciéndole ver la locura de su acción. El Camino del Guerrero es establecer la armonía.

Domina las técnicas divinas del Arte de la Paz, y no habrá enemigo Que se atreva a desafiarte.

En tu adiestramiento, no te apresures, ya que dominar lo básico y llegar al primer peldaño lleva un mínimo de diez años. Nunca te imagines ser maestro de la perfección que todo lo conoce; debes continuar tu entrenamiento diario junto a tus amigos y discípulos y progresar juntos en el Arte de la Paz.

El progreso llega a aquellos que se adiestran ininterrumpidamente; confiar en técnicas secretas no te llevará a ninguna parte.

Jugar con una y otra técnica es de poca utilidad, ¡actúa con decisión y sin reservas!

Si percibes verdadera forma de cielo y tierra, verás con claridad tu forma verdadera. Cuando ves con claridad un determinado principio, puedes ponerlo en práctica. Después de cada aplicación práctica, reflexiona sobre tus esfuerzos. Progresa constantemente, de este modo.

El Arte de la Paz puede resumirse así: La verdadera victoria es la victoria sobre sí. ¡Que ese día llegue con premura¡ La “verdadera victoria” significa coraje temerario, “victoria sobre sí”, “¡Que ese día llegue con premura!” representa el momento glorioso del triunfo en el aquí y ahora.

Arroja fuera de ti los pensamientos que te limitan y regresa a la verdadera vacuidad. Sitúate en el medio del Gran Vacío. Este es el secreto del Camino del Guerrero.

Para poner verdaderamente en práctica el Arte de la Paz, debes ser capaz de jugar libremente en el reino manifiesto, en el oculto y en el divino.

Si concibes El Arte de la Paz, este difícil sendero tal como es, abarca el círculo del cielo.

Las técnicas del Arte de la Paz cambian constantemente; cada encuentro es único, y la respuesta adecuada debe surgir con naturalidad. Las técnicas de mañana serán diferentes a las de hoy. No te dejes atrapar por la forma y apariencia de un desafío. El Arte de la Paz no tiene forma; es el estudio del espíritu.

Finalmente, debes olvidar las técnicas. Cuanto más progresas, menos enseñanzas hay. El Gran Sendero verdaderamente es un No Sendero.

El Arte de la Paz que yo practico tiene sitio para los ocho millones de dioses del mundo, y yo coopero con todos ellos. El Dios de la Paz es muy grande y conjuga todo lo que es divino e iluminado en la tierra.

El Arte de la Paz es una forma de plegaria que genera luz y calor. Olvida tu pequeño ser, libérate del apego a todo objeto, y emanarás luz y calor. La luz es sabiduría; el calor es compasión.

Lo divino no es algo lejano y por encima de nosotros. Está en el cielo, está en la tierra, está dentro de nosotros.

Únete al cosmos, y la idea de trascendencia desaparecerá. La trascendencia pertenece al mundo profano. Cuando todo vestigio de trascendencia se desvanece, la persona verdadera –el Ser Divino – se manifiesta. Vacíate a ti mismo y deja que trabaje lo Divino.

Lo Divino no desea estar encerrado en un edificio. Lo Divino anhela el espacio abierto. Está aquí, precisamente en este cuerpo. Cada uno de nosotros es un universo en miniatura, un templo viviente.

Cuando reverencias profundamente el universo, recibes reverencias; cuando pronuncias el nombre de Dios, resuena en tu interior.

El Arte de la Paz es la religión que no es una religión; totaliza y completa todas las religiones.

El Sendero es extraordinariamente vasto. Desde tiempos antiguos hasta el presente, hasta los más grandes sabios fueron incapaces de percibir y comprender la verdad completa, las explicaciones y enseñanzas de santos y maestros sólo expresan una parte del todo. Nadie puede expresarlo íntegramente. Simplemente encamínate hacia la luz y el calor, aprende de los dioses, y a través de la virtud de la práctica abnegada del Arte de la Paz, hazte uno con lo Divino.



O'Sensei